Miedos hay a cosas y situaciones diversas, miedos existen de todo tipo, reales o imaginarios que se perciben como peligros inminentes. El miedo, en sí mismo, es una emoción necesaria para la supervivencia, el problema viene cuando la dosis se hace extrema y los miedos se transforman en estados de pánico, miedos que se convierten en fobias. Estados de aceleración en los que el organismo se desequilibra. La mente mantiene al cuerpo en máxima alerta ante peligros que le hace creer que son verdaderos. Estos son los miedos que pueden convertir la vida en un infierno, pensando que en cada una de las crisis de pánico puede sobrevenir la muerte.
Distintas son las formas que se sugieren para tratarlos, distintas terapias y tratamientos, unos buscan el origen del desajuste que desestabiliza el organismo y desequilibra la mente, el cuerpo y el alma. Tratan los expertos de dar explicación probable, remontándose a traumas infantiles y hurgan en el pasado hasta conseguir desentrañar las causas. En algunos casos, sobre todo la medicina convencional, no ha tenido en cuenta cuan importantes son las emociones que llevan a permanentes estados de ansiedad y de continua alerta, emociones que han sido reprimidas hasta el extremo de obturar el canal de salida por las energías acumuladas.
Es de suma importancia dar rienda suelta a la necesidad de expresar el pesar, el dolor u otra emoción cualquiera que pueda causar daño. Cuando se atasca el conducto de salida emocional los daños causados pueden ser graves y crear verdaderos trastornos de por vida ya que las cargas que no se digieren se mantienen encerradas hasta que llega el detonante que hace disparar la bomba y estalla y todo se descontrola en el organismo como señal de auténtica alarma.
La medicina tradicional suele resolver estos estados de ansiedad y de pánico medicando a las personas como solución al problema, sin tener en cuenta las variables que intervienen en las causas, generalizan cuando cada persona es única aunque los síntomas sean comunes. No se valora si es un estado transitorio puntual o es crónico, por delante siempre va la receta con medicamentos anisolíticos o anidepresivos o tranquilizantes que pueden mantener a la persona en estado de completo adormecimiento continuo y con un problema añadido por la dependencia que esta medicación crea.
Por suerte, cada vez se alzan más voces en la comunidad científica sobre la eficacia de las terapias llamadas alternativas y van adquiriendo el reconocimiento como alternativas no invasivas y sin los efectos secundarios graves que pueden llegar a tener los medicamentos tradicionales.
Otro gran avance es el de tratar a la persona de forma integral dando mayor importancia a los estados emocionales por los que pasa ya que estos son relevantes en la formación de muchos estados de ansiedad o de pánico. Saber gestionar adecuadamente las emociones es algo que se debería impartir desde la infancia y más teniendo en cuenta los cambios sociales que se van produciendo en los que la población infantil se ve afectada y cada vez se dan más casos de niños o niñas a los que se les etiqueta como hiper-activos o con otras etiquetas de carácter psicológico.
Lo que es indiscutible es que poco a poco se van teniendo en cuenta y abriendo puertas a otras alternativas en el tratamiento de problemas psicológicos. Sería bueno pensar que en un futuro cada vez más cercano ambas medicinas, la tradicional y la alternativa puedan ir de la mano, pues son perfectamente complementarias y no excluyentes. Cada vez adquieren mayor reconocimiento los beneficios que tiene sobre las personas la práctica de alguna actividad o técnica de relajación que ayude a reducir el estrés. Las actividades como puedan ser la práctica de Yoga, Chi-kung o la Meditación, por citar algunas, son muy recomendables para paliar los estados de ansiedad o de estrés, llegando en algunos casos a reducirlos del todo.
Sobrecargar a la población con medicación no es la mejor opción, aunque siempre hay casos más extremos en los que la medicación farmacológica se hace necesaria, pero en la mayoría de ocasiones, a veces solo se necesita una persona amiga con la que vaciar el alma o una persona ajena, dispuesta a escuchar como sería un terapeuta.
Una cuestión de máxima importancia y a la que no prestamos demasiada atención es observar el tipo de pensamientos que tenemos, lo que nos decimos a nosotros mismos en nuestro diálogo interno porque dependiendo del tipo de pensamientos que tengamos generamos o alimentamos más los estados de tensión y son esos mismos pensamientos limitantes los que nos pueden conducir a vivir estados de auténtico terror. Sin duda, nuestro mayor enemigo puede que viva dentro de nosotros.
Imagen de la red
Distintas son las formas que se sugieren para tratarlos, distintas terapias y tratamientos, unos buscan el origen del desajuste que desestabiliza el organismo y desequilibra la mente, el cuerpo y el alma. Tratan los expertos de dar explicación probable, remontándose a traumas infantiles y hurgan en el pasado hasta conseguir desentrañar las causas. En algunos casos, sobre todo la medicina convencional, no ha tenido en cuenta cuan importantes son las emociones que llevan a permanentes estados de ansiedad y de continua alerta, emociones que han sido reprimidas hasta el extremo de obturar el canal de salida por las energías acumuladas.
Es de suma importancia dar rienda suelta a la necesidad de expresar el pesar, el dolor u otra emoción cualquiera que pueda causar daño. Cuando se atasca el conducto de salida emocional los daños causados pueden ser graves y crear verdaderos trastornos de por vida ya que las cargas que no se digieren se mantienen encerradas hasta que llega el detonante que hace disparar la bomba y estalla y todo se descontrola en el organismo como señal de auténtica alarma.
La medicina tradicional suele resolver estos estados de ansiedad y de pánico medicando a las personas como solución al problema, sin tener en cuenta las variables que intervienen en las causas, generalizan cuando cada persona es única aunque los síntomas sean comunes. No se valora si es un estado transitorio puntual o es crónico, por delante siempre va la receta con medicamentos anisolíticos o anidepresivos o tranquilizantes que pueden mantener a la persona en estado de completo adormecimiento continuo y con un problema añadido por la dependencia que esta medicación crea.
Por suerte, cada vez se alzan más voces en la comunidad científica sobre la eficacia de las terapias llamadas alternativas y van adquiriendo el reconocimiento como alternativas no invasivas y sin los efectos secundarios graves que pueden llegar a tener los medicamentos tradicionales.
Otro gran avance es el de tratar a la persona de forma integral dando mayor importancia a los estados emocionales por los que pasa ya que estos son relevantes en la formación de muchos estados de ansiedad o de pánico. Saber gestionar adecuadamente las emociones es algo que se debería impartir desde la infancia y más teniendo en cuenta los cambios sociales que se van produciendo en los que la población infantil se ve afectada y cada vez se dan más casos de niños o niñas a los que se les etiqueta como hiper-activos o con otras etiquetas de carácter psicológico.
Lo que es indiscutible es que poco a poco se van teniendo en cuenta y abriendo puertas a otras alternativas en el tratamiento de problemas psicológicos. Sería bueno pensar que en un futuro cada vez más cercano ambas medicinas, la tradicional y la alternativa puedan ir de la mano, pues son perfectamente complementarias y no excluyentes. Cada vez adquieren mayor reconocimiento los beneficios que tiene sobre las personas la práctica de alguna actividad o técnica de relajación que ayude a reducir el estrés. Las actividades como puedan ser la práctica de Yoga, Chi-kung o la Meditación, por citar algunas, son muy recomendables para paliar los estados de ansiedad o de estrés, llegando en algunos casos a reducirlos del todo.
Sobrecargar a la población con medicación no es la mejor opción, aunque siempre hay casos más extremos en los que la medicación farmacológica se hace necesaria, pero en la mayoría de ocasiones, a veces solo se necesita una persona amiga con la que vaciar el alma o una persona ajena, dispuesta a escuchar como sería un terapeuta.
Una cuestión de máxima importancia y a la que no prestamos demasiada atención es observar el tipo de pensamientos que tenemos, lo que nos decimos a nosotros mismos en nuestro diálogo interno porque dependiendo del tipo de pensamientos que tengamos generamos o alimentamos más los estados de tensión y son esos mismos pensamientos limitantes los que nos pueden conducir a vivir estados de auténtico terror. Sin duda, nuestro mayor enemigo puede que viva dentro de nosotros.
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