No sabía encontrar una explicación
coherente, no sabía el motivo por el cual su mirada siempre se alzó hacia el
firmamento y por qué éste tenía aquel gran poder sobre ella. Nunca supo dar un
razonamiento plausible sobre el motivo de aquella especie de fijación, de
aquella fuerza magnética que la atraía poderosamente como si de un gigantesco
imán se tratara y la arrastrara hacia sí, incluso iba más allá aquel poder de
atracción y sabía que cada vez que hablaba de las voces que escuchaba la
miraban de forma extraña y la tildaban de «pobre enajenada». En más de una
ocasión había escuchado voces que provenían del espacio infinito, era un tenue
susurro, casi imperceptible, tanto que no llegaba descifrar lo que decía el
mensaje del suave murmullo que se filtraba a través del aire y que de repente
se formaba en aquellos momentos en que permanecía extasiada.
Sí, cuando contaba esto, lo primero que
le decían era que si estaba bajo los efectos del alcohol o de algún medicamento
que le produjera alucinaciones auditivas…No, ella no tomaba ningún tipo de
medicación, padecía de un mal de melancólica añoranza para la cual su única
medicación era la contemplación del firmamento. Su grandeza, su inmensidad, la
belleza de las estrellas poblando el cielo en las noches limpias y despejadas,
la belleza de las puestas de sol, el color crepuscular, las formas tan
increíbles que en múltiples ocasiones tomaban las nubes, esas bellas formas de
terciopelo y algodón que se movían y danzaban para ella. Cuando era niña,
recuerda que corría detrás de ellas queriendo alcanzarlas…
En más de una ocasión soñó que volaba en una gran nube y se paseaba por el Universo, que las estrellas le abrían camino con su luz para que pudiera navegar sin problema. Soñó y soñaba todavía que en su manto de luz de plata la luna la envolvía para evitar el frío de la madrugada. Soñó y soñaba que era hija del espacio, que su hogar era el Universo y quizá esa fuera la razón por la que la contemplación del firmamento la atrajera tanto. Pudiera ser que su mundo estuviera en otra constelación y las voces que oía fueran la llamada del Universo indicando el camino a casa. Quizá por esa razón su triste melancolía desaparecía cuando alzaba su mirada al firmamento y escuchaba la llamada que tanto anhelaba sin que fuera consciente de ello.
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