Despertó aquella mañana con la sensación de grata ingravidez, se sentía ligera como una pompa de jabón con la que a los niños tanto les gusta jugar. Despertó con una extraña claridad mental, con la placidez de haber vivido el más dulce de los sueños y del que aún conservaba el sabor a miel en su boca. No tenía conciencia exacta de haber soñado, a veces le pasaba que al despertar no recordaba los sueños que durante la noche se habían producido aun siendo consciente de haberse medio desvelado durante la noche con la reproducción del sueño en su mente.
Sintió que era un nuevo despertar totalmente diferente a todos los despertares por los que había pasado en su ya avanzada trayectoria como mortal, se desperezó con una amplia sonrisa en los labios, se sentía feliz, alegre sin saber a ciencia cierta por qué, nada había cambiado en su vida desde la noche anterior en la que se fue a dormir enfundada en su camisón al que llamó traje de protección a la desolación que las sombras nocturnas le causaban.
Se sentía feliz, sí, y con la sonrisa en su rostro dibujada, se acercó al espejo de su tocador y con asombro comprobó que era otra la mirada la que encontraba tras la nitidez del cristal. Debía desayunar primero, pensó, con el estómago vacío la mente se mantiene espesa, debía alimentar su organismo para que todo fluyera con mayor claridad. Tomó un vaso de zumo de naranja, sus tostadas con mermelada y el tazón de café con leche de avena. El desayuno era la mejor parte del día, saboreaba con deleite cada sorbo, cada bocado y lo deglutía con placer. Sin duda alguna, para ella era la mejor comida del día.
Aquella mañana no tenía prevista ninguna actividad especial, así que prefirió acomodarse en el sillón de la hermosa terraza del jardín, aspirar el aroma que le llegaba con la fresca brisa de la mañana, el olor a rosas, jazmín, hierbabuena...le encantaba escuchar el silencio y dejarse acariciar por los tibios rayos de sol que ya empezaban a despuntar y que acogía con sumo placer en su cuerpo.
Aquella mañana no tenía prevista ninguna actividad especial, así que prefirió acomodarse en el sillón de la hermosa terraza del jardín, aspirar el aroma que le llegaba con la fresca brisa de la mañana, el olor a rosas, jazmín, hierbabuena...le encantaba escuchar el silencio y dejarse acariciar por los tibios rayos de sol que ya empezaban a despuntar y que acogía con sumo placer en su cuerpo.
Su pensamiento voló de nuevo a esa extraña sensación de felicidad con la que la mañana la despertó. Observó su interior con detenimiento hasta llegar a la raíz más profunda de su ser, tenía una gran facilidad y capacidad de visualización, de llegar a ese punto de máxima relajación en la que se trasciende al cuerpo, en la que se flota sin más peso ni carga física o mental. Llegó al punto en el que tocó su ser y llegó a su alma y alcanzó a ver lo ocurrido sin preguntas ni juicios, solo observando como espectadora de la película que ante ella desfilaba y que era su vida resumida en un momento.
Se visionó nueva, renacida, resplandeciente, sin las cargas y pesares que llevara a cuestas durante tanto tiempo, sus miedos habían desaparecido, la confianza y seguridad habían retornado a ella, su batalla para consigo misma había finalizado y solo quedaba en su interior, serenidad, paz y un inmenso amor, amor infinito hacia ella misma, un amor que sentía que se expandía dentro de sí, que se ramificaba en su interior y rebosaba y abarcaba todo lo que la rodeaba.
Volvió en sí de nuevo, a la realidad del mágico día, a la realidad de la vida y se dio cuenta de la belleza que hay en el acto de vivir. Su corazón estaba henchido de felicidad, ya no había rastro de rencor, ni ira ni cualquier otro sentimiento negativo que albergara hacía tan solo unos días. Todo lo negativo había desparecido en aquella noche y el nuevo día le había hecho el mejor de los regalos, vivir en paz y armonía con su ser interno y con el mundo.
Alzó la mirada hacia el firmamento y en voz entrecortada por la emoción dio gracias al Universo por todo lo que en el camino le había puesto, tanto lo bueno como lo malo, pensó que si no hubiera sido por las duras experiencias vividas jamás habría sentido la necesidad en buscarse a sí misma, de encontrar respuestas que ahora ya no necesitaba, ahora estaba en Paz, su alma se sentía serena y su corazón repleto de amor. No, Ya no necesitaba buscar respuestas a su soledad ni a sus temores, ahora se tenía a sí misma y no necesitaba nada más para ser feliz.
Quiso dejar una nota en el calendario para tener siempre presente el día en que despertó siendo una con su ser, se acercó al despacho y cuando quiso acceder a su ordenador descubrió con asombro que no funcionaba, se dirigió a la cocina para señalarlo en el calendario que había colgado en la pared y su asombro fue en aumento al comprobar que las hojas habían desparecido, solo quedaba una última hoja en el almanaque con fecha del 15 de diciembre de 1956, definitivamente no entendía nada, aquella era la fecha de su nacimiento...
No sabía qué había sucedido pues la noche anterior se fue a dormir con fecha de mayo de 2018. Lo que a continuación sucedió la dejo todavía más atónita, al volver la mirada sobre el espacio que la rodeaba, éste comenzó a desintegrarse paulatinamente, pieza a pieza todos los muebles y complementos que en la casa había se esfumaron en un abrir y cerrar de ojos hasta que todo el edificio desapareció ante su asombro.
Deslizó la mirada por su cuerpo, desde los pies y comprobó alucinada que iba perdiendo su apariencia física para transformarse en una bola nebulosa y etérea que iba difuminándose en el espacio.
Paralelamente, en ese mismo instante, en algún lugar de una población cercana una parturienta alumbraba a un nuevo ser, una nueva vida, una niña que se abría paso a través del canal uterino con mucho brío para ver la luz del nuevo día...15 de diciembre de 1956.
No sabía qué había sucedido pues la noche anterior se fue a dormir con fecha de mayo de 2018. Lo que a continuación sucedió la dejo todavía más atónita, al volver la mirada sobre el espacio que la rodeaba, éste comenzó a desintegrarse paulatinamente, pieza a pieza todos los muebles y complementos que en la casa había se esfumaron en un abrir y cerrar de ojos hasta que todo el edificio desapareció ante su asombro.
Deslizó la mirada por su cuerpo, desde los pies y comprobó alucinada que iba perdiendo su apariencia física para transformarse en una bola nebulosa y etérea que iba difuminándose en el espacio.
Paralelamente, en ese mismo instante, en algún lugar de una población cercana una parturienta alumbraba a un nuevo ser, una nueva vida, una niña que se abría paso a través del canal uterino con mucho brío para ver la luz del nuevo día...15 de diciembre de 1956.
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