Su mirada se alzó y se posó en el grandioso espectáculo que bajo el techo de un cielo estrellado ofrecía la noche. Nunca había visto un cielo tan esplendoroso y brillante como en esa noche en la que se desprendió de la realidad y se dejó arrastrar hacia otras dimensiones, fluyendo con la mágica inspiración bajo el influjo del espectacular paisaje.
La luna lucía esplendorosa con sus mejores galas, vestida para la ocasión con un traje de lentejuelas plateadas, realzando poderosamente su mística imagen, subyugando los sentidos con la fascinación y misterio de su gran porte de nocturna dama. Embrujo nocturno, hechizo visual, reina de la noche que acogía el mar con orgullo en la inmensidad de su lecho marino ofreciendo su salino espejo en el que contemplar pudiera el bello reflejo de su esbelta silueta en las aguas de todos los océanos.
Contrastes que unificaban mar y cielo como un único espacio, ilimitada grandeza confundida entre sus fronteras abiertas. La hora del hechizo se hacía evidente, era imposible alzar la mirada hacia el firmamento y no quedar completamente atrapada en la asombrosa belleza que provenía del espacio infinito como un regalo, muestra del profundo amor que habita en el Universo.
Su emoción era tal que no pudo contener un grito de sumo deleite, un grito que salía del alma y que le explotaba en el pecho. Se anegaron sus ojos desprendiéndose de sus cuencas pedacitos luminosos, polvo de estrellas convertido en lágrimas, destellos de cristalino cuarzo que por las mejillas rodaron y suavemente se deslizaban por la pendiente de sus deseos.
Se tendió en la húmeda arena y dejó que la brisa marina besara su alma y acariciara su cuerpo. Arrullada por el rumor de las olas de un mar en calma se entregó a la contemplación y recreo de la visión de las miles de constelaciones que la rodeaban. Sentía en su interior el regocijo del momento, la placidez y armonía que hacían confluir la grandeza del mar con la inmensidad del Universo. Su ser acogió con infinito amor y agradecimiento tan hermoso regalo sintiéndose parte integrada de la magia del espectáculo.
Soñó infinidad de veces que viajaba por el espacio infinito mezclándose entre la nebulosa, flotando por las galaxias extasiada, danzando al son de sus latidos, dibujando cabriolas estelares que su luz propagaban en todos los puntos del Universo. En su sueño soñaba con besar la luna, encontrar nuevos planetas que de sus orígenes le hablaran, se confundía entre meteoritos que la saludaban y la invitaban a seguirlos en su viaje.
Soñaba y soñaba con ese viaje, perdida en el tiempo sin memoria, sin distancia, dispuesta a conquistar su quimera y ver cumplidos sus sueños. Despertó de la ensoñación en el momento en que un cometa el firmamento cruzaba dejando a su paso una estela de esperanza. Despertó con la plenitud de haber alcanzado la paz soñada.
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