Me acoges en tus brazos y me envuelves con tu sutil encanto, sucumbo al embrujo de la mirada de fuego que ilumina el firmamento. Sin parpadear mantengo el pulso que me lanzas desde el otro lado, mi resistencia es nula, me debilito por momentos ante el espectáculo que me envuelve.
Me acoges en tus brazos y acunas todos mis desvelos, las añoranzas se rebelan contra todo pronóstico incierto. Me conforta y me consuela saber que de algún modo me observas y en mi caminar me acompañas un mundo tras otro.
Noctámbula te busco entre las doradas horas que surcan mi universo, la esperanza de llegar a alcanzarte con la caricia de mi mirada, el deseo de hallarte en mi vuelo y transportarme hacia lo lejano y lo próximo sin líneas divisorias que separen los encuentros de las almas que recorren los tiempos, retornando una y otra vez, fundidas en las miradas perpetuas que sellan el amor eterno.
En cada tiempo un mensaje, en cada encuentro la breve fricción de deseos que del letargo despiertan, en cada mundo un nuevo cuerpo, en cada instante se perpetúa el no-tiempo, en cada vida la espera de las almas de encontrarse de nuevo y romper el hechizo que las condena a vagar errantes por el Universo.
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