sábado, 18 de agosto de 2018

EN OTOÑO















Me pidió que le dejara entrar y sin pensarlo ni un segundo le di acceso a la entrada de mi refugio, mi residencia habitual en los momentos en que buscaba huir del ruido externo, del ensordecedor ruido con que algunas veces creía que me iban a reventar los tímpanos.

 En aquel momento no lo pensé ni se me ocurrió pedirle que me mostrara su identificación, confié en mi intuición y sin más explicación no dudé en abrir para Él mis puertas. Emanaba de su ser una agradable mezcla de sensaciones reconfortantes y placenteras. Emociones que irradiaban paz y serenidad, mezcla de pasión y ternura, de confianza absoluta por extraño que parecer pudiera. 

Quizá fue su rostro, su mirada, lo que en ella vi reflejada al abrirle la puerta y mirarle a los ojos fijamente... no pudo evitar mi cuerpo que recorriera en él una descarga de corriente eléctrica erizándose hasta la última célula de mi piel sin saber exactamente a qué se debía tan convulso estremecimiento. Su mirada, poderoso influjo sobre mi ser poseía...Su mirada...mi alma quedó embrujada por el mensaje de Amor que su mirada contenía. El negro profundo de sus ojos, el tibio calor que éstos desprendían, invitación a bucear en su interior y en su cálida noche perder la cordura. 

No supe por qué extraña razón las puertas de mi santuario le abrí confiada cuando a nadie  permitía que invadiera mi morada, cuando a nadie permitía que perturbara mi silencio sin antes haber sido previamente invitado.

No quise divagar pero en un instante, de forma inconsciente, la mente se revolucionó y pensamientos miles se desencadenaron en una breve fracción de segundo.

Pasó por mi puerta sin pretensión de permanencia, me dijo con voz envolvente, pasó por indicación de su corazón que como brújula le orientaba. No fue casualidad porque en ella no creía, escuchó el latir de mi solitario corazón desde la estación de soledad en la que el suyo se hallaba y con fuerza imantada siguió la huella que en el viento dejaba mi latido. 

 Se detuvo ante mi puerta y le franqueé sin titubear la entrada, necesitaba reposar unos instantes de su largo viaje y sin más preguntar se adentró en mi santuario del que desde entonces pasó a formar parte.

 Desde aquella anochecida tarde mi vida cambió de color, no hubo más inviernos fríos ni otoños desvelados. En primaveras permanentes las estaciones de mi vida se tornaron. Jamás le pregunté de dónde provenía, jamás tuve la necesidad de despejar interrogantes de ningún tipo. El Amor llamó a mi puerta una tarde otoñada cuando el frío invierno se acercaba y creí que ya de largo pasaría.








Imagen de la red








6 comentarios:

  1. Hola Marina no imaginas de que ´manera ´me sumerjo
    en tus escrito cuando te leo´, me inspiro de tal manera
    que se vuelve realidad...vivo el momento intensamente.
    Besos...¡

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    1. Hola querida amiga! Pues es toda una satisfacción para mí saber que te adentras en la lectura de esa manera. Muchas gracias, Ross, tus palabras son muy alentadoras. Que tengas un muy bonito domingo querida amiga. Besos y abrazos desde mi alma.

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  2. Cuando todo lo damos por sentado y cerrado... alguien llega agitando nuestro santuario, volviendo el otoño en una brillante primavera... y es hermoso volver a latir, brillar... volar. Ya no hacemos preguntas porque de nada servirá cuando es el corazón el que manda.

    Mi Marina bonita... gracias por esta entrada que me ha reconfortado.

    Mil besitos para tu tarde y feliz semana ♥

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    1. Así es mi querida Aurora, a veces el amor se presenta sin buscarlo cuando menos lo esperamos, no importa el tiempo que pase ni la edad que se tenga...el corazón no entiende de tiempos ni de edades.
      Muchas gracias, mi niña bonita por tus palabras siempre tan alentadoras y por tu maravillosa presencia.
      Que tengas un bonito comienzo de semana, corazón bello. Besos y abrazos infinitos.

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  3. En temas del amor no hay definido ni creado, sólo las emociones nos consolidan en momentos dados y la mayor parte de las veces aparece cuando menos lo esperas o lo tenemos enfrente de nuestras narices y no lo vemos. Es así de cruel y de maravilloso al unísono. No obstante el corazón es el que nos dicta y el alma la que diluye esa disolución como si fuera azúcar con café.
    Cada vez que leo tus poemas o prosas me dejas anonadado porque de la forma más familiar y con un léxico muy adecuado haces que empaticemos de una manera real por muy fantasiosa que pudiera ser, aunque no es el caso.

    Besos y feliz día, amiga.

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    1. Mi querido amigo, la que queda anonadada soy yo cuando leo tus comentarios. Hay tanta belleza en ellos que son dignos de otra de tus entradas. No sé qué decirte más que gracias infinitas una vez más y lo digo de todo corazón. No me considero ni buena ni mala escritora, en realidad no me considero escritora y mi vocabulario es muy sencillo...en fin, que agradezco muchísimo las palabras que le dedicas a mis letras porque son todo un estímulo y aliento para mí.
      Un fuerte y cariñoso abrazo desde mi tierra catalana.

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